lunes, 9 de abril de 2012

La Historia Jamas Contada Capitulo I




Capitulo I

Mejor solo que mal acompañado.

El golpe en el pecho me hizo tambalear y probablemente caerme de culo sino hubieran sido por las manos grandes y callosas que me sostenía en ese momento. Mire al hombre que tenia enfrente directo a esos ojos, como pozos negros llenos de desprecio hacia mi, con todo el odio que había estado acumulando durante años, y a pesar de la debilidad y la descoordinación de cada centímetro de mi cuerpo, la rabia me hizo forcejear con los soldados que me tenían atrapado, queriendo matar a ese mastodonte hijo de puta de barba negra y espesa.



El Bloodletter, mí jodido padre, el jefe del campamento. El macho que creaba a los mejores guerreros a punta de degradaciones.

Apretando las mandíbulas, mire mi torso y lo supe cuando vi sus nudillos ensangrentado marcados en mi pecho. Esto solo podía significar una cosa, y no era lo que había pensado yo. Esto no era la muerte.

Era expulsión.

– Serás desconocido para siempre para aquellos que habitan aquí. Y la muerte vendrá a cualquiera que te ayude.– escupió en el suelo, junto a mis pies.

Al fin iba a ser libre de toda esta mierda. Al fin podría liberarme de este infierno que estuve viviendo desde los tres años.

Por primera vez en años podría volver a tener mi voluntad. Mi maldita voluntad.

Cerré los ojos disfrutando el momento, esperando cuando me soltaran para poder salir corriendo de aquí y nunca, jamás en la puta vida volver a mirar atrás. Hacer mi vida de la manera en que yo quisiera.

Los soldados habían comenzado a soltarme cuando el hijo de perra abrió su boca para convertirme en una paria por el resto de mi vida.

– Todavía no. Llévenlo al campamento. – El Bloodletter se dio la vuelta para hablarle a uno de los tantos idiotas que estaba rodeándonos– . Y que venga el herrero. Es de nuestra incumbencia advertir a otros de la naturaleza malvada de este macho.

Abrí los ojos de golpe sin saber bien a que se refería, pero teniendo una maldita buena idea de lo que quería decir.

Comencé a moverme cuando otro de los soldados me agarro una de las piernas, llevándome al campamento como si fuera un jodido animal. Intente zafarme de los cuatro machos que me sostenían con fuerza, pero parecía que la debilidad de de haber sido un pretrans muerto de hambre que acababa pasar la transición, que había luchado y violado a un macho no hace mas de un par de horas después, hacia que cada centímetro de mi cuerpo estuviera hecho papilla, sintiendo aun los huesos de mi cuerpo recomponiéndose a su nueva estructura.

Maldición.

– Tras la pantalla – le dijo el Bloodletter al herrero que acababa de aparecer– . Haremos esto delante de la pared dibujada.

El herrero palideció, pero como todos en el campamento hizo caso, llevando su caja de áspera madera con herramientas al otro lado. Mientras me daba cuenta que me llevaban exactamente donde solía leer, cuando los libros eran mi única escapatoria antes de que el macho quemara todo eso, excepto el diario de Darius y fue gracias a que nunca lo encontro. Me lanzaron al suelo, haciendo que me golpeara todo mi cuerpo maltratado mientras se posicionaba un soldado al final de cada una de mis extremidades, otro sujetándome las caderas con fuerza y otro la cabeza.

El Bloodletter se situó sobre mí, con las manos chorreando sangre y con satisfacción en su mirada al verme al fin sometido como siempre había querido.

– Márcalo.

El herrero levantó la mirada aun con la palidez marcando cada rasgo de su rostro viejo.

– ¿De qué manera, gran señor?

El Bloodletter deletreó esas putas advertencias en la Antigua Lengua que me transformarían en un excluido para mi raza.

En solo unos momentos después comencé a sentir los miles y miles de pinchazos en mi sien y ojo izquierdo, en la entrepierna y ambos muslos mientras los soldados me sujetaban con mas fuerzas a medida que luchaba y luchaba contra este degrado.  Pero todo fue en vano, la tinta se hundió en mi piel haciendo los caracteres permanentes, las advertencias de que cualquier macho o hembra de mi raza debería alejarse de mí porque soy un maldito peligro para el mundo.

Una paria.

Durante las casi mas de tres horas en que el palo con las agujas hechas del asta de algun que otro ciervo, estuvo marcándome la piel, inyectándome esa tinta mezclada con sal que me marcaria por siempre,en todo momento no pude apartar la vista de las figuras dibujadas en el techo de la cueva, en esos humanos armados con lanzas y luchando entre ellos o con animales mucho mas grandes. En esos guerreros que lucharían por ellos.

Yo ya no era uno de ellos. Era un maldito sometido.

Cuando terminaron de tatuarme estaba totalmente agotado, mucho más cansado que cuando había salido de la transición, pero no pude evitar escuchar la orden que dio el Bloodletter al herrero.

– Su mano. Hazlo en la mano también. – El herrero empezó a negar con la cabeza, pasando la mirada entre la mano y el hijo de perra– . Lo harás o traeré a otro herrero al campamento, porque tú estarás muerto.

Solo eso falto para que el herrero asintiera temblorosamente.

Apretando la mandíbula sin siquiera mirarme, metieron mi mano, con mucho cuidado, dentro de una argolla de hierro forjado  y comenzaron a clavarla en el suelo para dejarme inmovilizado mientras aun los demás soldados me seguían sujetando. Cuando vi que de nuevo estaba metiendo las agujas dentro de la tinta mezclada, mi cuerpo inmediatamente comenzó a temblar de rabia y miedo, pero sobretodo por el odio que me estaba inundando todo el cuerpo.

 Durante una hora mas o menos me estuvieron marcando la palma, el dorso e incluidos los dedos, y seguí sin dejar de luchar. Mi naturaleza no me lo permitía. Pero nuevamente la tinta se adhería a mi piel sin que yo pudiera impedirlo.

Mirando aun el techo, pensé que ya todo había terminado, que el Bloodletter al fin había logrado lo que tanto había querido. Me había sometido y marcado. Pero por lo menos en ningún momento grite y siempre luche, aunque no fue suficiente como para lograr matarlos a todos.

Ya todo había acabado, ahora seria medianamente libre de toda esta mierda. Pero me había equivocado. 

Me había equivocado horriblemente.

Aun no había terminado.

El Bloodletter bajó la mirada hacia mí con la satisfacción brillando en sus ojos con una sonrisa maquiavélica en su cruel rostro.

– Hay otra tarea necesaria, creo yo. Ábranle mucho las piernas. Le haré un favor a la raza y me aseguraré de que nunca se reproduzca.

En el momento sentí pánico. Un pánico que me recorrió todo el cuerpo, comiéndose cualquier otro sentimiento que pude haber abarcado en algún momento. Comencé a forcejear más, agitando aun más mi cuerpo, con un grito en la garganta para que me soltaran, que no deje salir cuando vi a mi padre sonreír con más malicia de la que alguna vez había visto. 

Una patada en las costillas de parte de mi padre hizo que comenzara a toser, logrando dejarme inmóvil por unos pequeños instantes cuando me agarraron los tobillos y muslos, y de un tirón fueron separados.

Con los ojos saliéndose de las órbitas, sudando, completamente ensangrentado a causa de los tatuajes y con las piernas abiertas, exponiendo mi sexo a todos los presentes, mire los ojos del Bloodletter sabiendo cuanto estaba disfrutando lo que me estaba haciendo.

El herrero saco unas tijeras oxidadas del maletín de madera, haciéndome encogerme por dentro pero a la mirada de mi padre solo el odio se filtraba por mis ojos.

– No, se necesita algo distinto.– Cruzándose de brazos sobre el pecho negó con la cabeza mirando hacia donde estaban las tenazas. – Usa esas.

Por primera vez el herrero me miro con los ojos tan abiertos que se podía ver el blanco alrededor del iris con telarañas rojas marcando todo. Tomo las tenazas y con un respiro profundo agarro uno de mis testículos.

Grite como no había hecho en ningún momento durante la tortura a la que me habían impuesto, hasta que sentí que mi garganta se destrozaba, mis cuerdas vocales ardían. Grite y grite pero no solo a causa del dolor sino por todo. Por la ayuda que nunca llego durante todos estos malditos años. Por esa madre que me abandono aquí sin dar un solo pensamiento por lo que me pasaría. Por el padre que ahora me estaba castrando antes de matarme, porque estaba seguro que eso es lo que quería. Por la puta vida que me había tocado.

Por como acabaría todo al final.

El dolor y la agonía que sentí en el momento que las tenazas del herrero comenzaron a apretar y a retorcer hasta comenzar a rasgar lentamente la carne sensible de mi sexo, me estaba haciendo perder de a poco la poca fuerza que me quedaba, pero no deje de luchar hasta que sentí al herrero dando el último tirón.

El sonido de la carne desgarrándose que se escucho fue como cuando pescábamos las pieles de cuero y peleábamos por ella hasta rajarlas… solo que esta vez había sangre. Sangre por todas partes. Y una masa sanguinolenta entre medio de las tenazas.

 Con un último grito de dolor agónico y los ojos pegados en la masa de las tenazas, mi cuerpo tembló antes de estallar en una llamarada de luz blanca eléctrica.

La descarga pasó directamente por las tenazas, haciendo que instantáneamente el herrero fuera electrocutado, sacudiéndose hasta que su cuerpo cayó con espuma en la boca.

Luego fue el turno de los seis soldados que me habían sujetado durante toda la tortura, riendo mientras me sometían. Uno a uno, comenzaron a caer humeando por todas las cavidades de su cuerpo, mientras se contorsionaban en el suelo, agonizando antes de morir quemados desde adentro hasta que todos sus órganos se volvieron cenizas.

Una vez me vi suelto de todos esos malditos, me revolqué como pude en el suelo, cubriéndome con lo que tenía a mano. Con mi propia sangre y los desechos minerales del suelo de la caverna.

Las sales minerales del polvo que recubría el suelo se adhirieron al agujero que habían dejado todos ellos, porque no solo fue el herrero, fueron todos ellos que vieron lo que me estaban haciendo y nadie hizo nada. 

Con la escasa fuerza que tenia, termine de taponarme la herida por donde me habían mutilado mi sexo y por donde ahora se me estaba escapando la vida sin que yo pudiera hacer nada al respecto. Me quede encogido en forma fetal en el suelo con los ojos cerrados, apretándolos bien fuerte, al igual que la mandíbula para no gritar mas. No iba a gritar más.

Abrí los ojos cuando sentí que algo choco contra mi mejilla, mire y vi algo amorfo, una especie de amasijo sanguinolento y viscoso, a un lado de mi cara. Mi testículo.

Mire primero ese amasijo y después al Bloodletter; y sabia que él lo había pateado hacia mi.

Una arcada comenzó a subir por mi garganta pero lo detuve, no vomitaría por segunda vez, eso solo demostraría una debilidad que no quería que él viera. Jamás.

 Ya había logrado someterme y quitarme mi orgullo de macho. Pero no lo iba a permitir más. Y me jure en ese momento que si lograba a sobrevivir esto, jamás nadie me sometería.

Mirando hacia sus ojos comencé a levantarme, pero fue infructífero. Mis fuerzas eran completamente nulas después de todo lo que había pasado, solo me temblaba el cuerpo. Lo intente por segunda vez pero tampoco ocurrió.

No se cuantos momento estuve intentándolo hasta que lo logre, arrodillándome sobre mis manos y rodillas, con el cuerpo temblando y la vista nublada y desenfocada mientras que la sangre chorreaba por mi rostro, por mi mano y mi entrepierna.

Reprimiendo un grito como mierda pude, logre enderezarme, aunque mi cuerpo se bamboleaba hacia todos lados mientras miraba a toda la audiencia que tenia observándome.

Callados. Todos me estaban mirando en con sus bocas cerradas, ni siquiera un pequeño ruido de algún grillo, excepto el grito de dolor que tenia aun en mi cabeza y me pedía salir pero yo retenía.

 Mis ojos se fueron hacia donde estaba el Bloodletter e incluso él estaba guardando silencio con los brazos aun cruzados sobre el enorme pecho.

Comencé a dar paso a paso, pero cada movimiento era un sacrilegio. Una tortura que me estaba debilitando mucho más de lo que ya estaba. Pero eso no evito que siguiera mi camino.

Saldría de aquí aunque se me fuera la vida en ello. Literalmente.

Mire fijamente a los ojos del Bloodletter cuando pase por su lado, odiándolo y jurando que algún día lo mataría con mis propias manos si tuviera la oportunidad, y estuve jodidamente seguro  que conseguí expresar con ellos, justo lo que pensaba, ya que,  sus ojos demostraban temor a pesar de que su mirada aun seguía pétrea.

Con los labios apretados y sin pronunciar palabra observo, como todos, mientras me iba del campamento bajando por el camino que estaba la cueva, desnudo, ensangrentado y tambaleándome. Apunto de morir.
Pero nada me importo excepto apartarme de todos ellos de una buena  vez.

Me interne de a poco por la espesura del bosque sin rumbo alguno, intentando alejarme lo más posible de aquel lugar que era mi infierno personal, pero el cuerpo comenzó a fallarme lentamente, aunque las fuerzas y la voluntad de vivir seguían ahí, si que seguí mi camino por ese bosque sin final.

Con cada minuto que pasaba y el viento del crudo invierno de las fronteras de Austria hizo que el camino fuera más tortuoso y pensara que realmente este seria mi final. La nieve congelo todo mi cuerpo. 

Venciéndome.

Me derrumbe en el suelo frio intentando varias veces levantarme, pero todo era inútil. Simplemente no podía.

Deje que la nieve comenzara a terminar lo que mi padre siempre había querido. Me estaba muriendo, lo sentía en cada célula de mi cuerpo, a pesar de que mi mente me gritara que me levantara y siguiera adelante, que no me diera por vencido.

 Me moría.

Con las pocas fuerzas que me quedaban, me gire lentamente, quedando mirando el cielo nublado de la noche.

– Es… el… puto... final…– susurre a la noche cerrando los ojos. Sabiendo que todo había acabado.

Unas voces hicieron que abriera los ojos lentamente y girara la cabeza para ver a dos machos de mi raza, corriendo con unas espadas hacia mí. Comencé a removerme entre la nieve, levantando una mano para que supieran que estaba vivo.

– Es un macho de nuestra raza…– Grito el que estaba más cerca de mí. Pero todo lo escuchaba desenfocado.

– ¿Estas seguro, Kahlin? – Pregunto otro que venia corriendo tras del ultimo.

Cuando llegaron, ambos machos se agacharon preguntándome una millonada de cosas que no entendí ni mierda. Solo sabía que no había acabado, que podría cumplir mi promesa de matar al hijo de perra.  

 – Pueden… ayu…– Maldito Bloodletter, no podía siquiera pedir ayuda sin hacerme sentir un maldito inútil.

Ni siquiera pude terminar la frase y ambos me ayudaron a levantarme de la nieve con los ojos muy abiertos al verme desnudo y herido. Solo que no vieron las marcas a causa de que le nieve la tenía pegada a mi piel azulada.

Caminamos solo unos pasos mas, con ellos llevándome, hasta una aldea de mi especie. En donde inmediatamente comenzaron a salir algunos machos a ayudar, hasta que el mas viejo vio las marcas de mi sien y leyó las advertencias que mi padre había hecho marcar en mi piel.

Aberración.

Monstruo.

Paria.

Peligro.

Oh si, la cara de miedo del viejo fue todo lo que se necesito.

Todos mostraron la cara de terror, y las señas de mal de ojo comenzaron a verse entre todos ellos mientras se alejaban casi corriendo, entrando en sus chozas, aterrados. Hasta uno de los que me sostenía, me soltó, corriendo hacia su choza.

Lo había logrado definitivamente el Bloodletter.

El único que aun me tenía sostenido era el macho que llego primero a mi, Kahlin. Tragando saliva y con la voz temblorosa me pregunto,

 – ¿Puedes seguir caminando?

Con el ceño fruncido asentí y comenzamos a caminar lentamente hacia la choza de él.

– Por este día podrás quedarte aquí. Te daré algo de comer, ropa y alguna arma para que puedas defenderte, – me decía mientras entrabamos a una salita con una fogata que hizo que mi cuerpo comenzara a doler por como se iba descongelando cada musculo. – Pero mañana en la noche debes largarte de aquí.

Sin decir una palabra asentí mientras me lanzaba unas pieles con las cuales me cubrí todo el cuerpo, acercándome lo que más podía a la fogata.

Esta era la última vez que dejaría que alguien me ayudara, porque después de este momento jamás aceptaría nada de nadie.

Estaría solo, ya que es eso mejor que estar acompañado.

3 comentarios:

  1. joder macho divino me matas con tus relatos tu historia jajajajaja sigue que quiero saber mas de tu vida bb jajajajajaj

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  2. Jo chico premenda forma de empezar a relatar cuanto sufrimiento pero me alegra que fueras fuerte como roble. Deseando saber mas de ti.

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