Capitulo I
Mejor solo que mal acompañado.
El golpe en el pecho me hizo tambalear y probablemente
caerme de culo sino hubieran sido por las manos grandes y callosas que me
sostenía en ese momento. Mire al hombre que tenia enfrente directo a esos ojos,
como pozos negros llenos de desprecio hacia mi, con todo el odio que había
estado acumulando durante años, y a pesar de la debilidad y la descoordinación
de cada centímetro de mi cuerpo, la rabia me hizo forcejear con los soldados
que me tenían atrapado, queriendo matar a ese mastodonte hijo de puta de barba
negra y espesa.
El Bloodletter, mí jodido padre, el jefe del campamento. El
macho que creaba a los mejores guerreros a punta de degradaciones.
Apretando las mandíbulas, mire mi torso y lo supe cuando vi
sus nudillos ensangrentado marcados en mi pecho. Esto solo podía significar una
cosa, y no era lo que había pensado yo. Esto no era la muerte.
Era expulsión.
– Serás desconocido para siempre para aquellos que habitan
aquí. Y la muerte vendrá a cualquiera que te ayude.– escupió en el suelo, junto
a mis pies.
Al fin iba a ser libre de toda esta mierda. Al fin podría
liberarme de este infierno que estuve viviendo desde los tres años.
Por primera vez en años podría volver a tener mi voluntad.
Mi maldita voluntad.
Cerré los ojos disfrutando el momento, esperando cuando me
soltaran para poder salir corriendo de aquí y nunca, jamás en la puta vida
volver a mirar atrás. Hacer mi vida de la manera en que yo quisiera.
Los soldados habían comenzado a soltarme cuando el hijo de
perra abrió su boca para convertirme en una paria por el resto de mi vida.
– Todavía no. Llévenlo al campamento. – El Bloodletter se
dio la vuelta para hablarle a uno de los tantos idiotas que estaba rodeándonos–
. Y que venga el herrero. Es de nuestra incumbencia advertir a otros de la
naturaleza malvada de este macho.
Abrí los ojos de golpe sin saber bien a que se refería, pero
teniendo una maldita buena idea de lo que quería decir.
Comencé a moverme cuando otro de los soldados me agarro una
de las piernas, llevándome al campamento como si fuera un jodido animal.
Intente zafarme de los cuatro machos que me sostenían con fuerza, pero parecía
que la debilidad de de haber sido un pretrans muerto de hambre que acababa
pasar la transición, que había luchado y violado a un macho no hace mas de un
par de horas después, hacia que cada centímetro de mi cuerpo estuviera hecho
papilla, sintiendo aun los huesos de mi cuerpo recomponiéndose a su nueva
estructura.
Maldición.
– Tras la pantalla – le dijo el Bloodletter al herrero que
acababa de aparecer– . Haremos esto delante de la pared dibujada.
El herrero palideció, pero como todos en el campamento hizo
caso, llevando su caja de áspera madera con herramientas al otro lado. Mientras
me daba cuenta que me llevaban exactamente donde solía leer, cuando los libros
eran mi única escapatoria antes de que el macho quemara todo eso, excepto el
diario de Darius y fue gracias a que nunca lo encontro. Me lanzaron al suelo,
haciendo que me golpeara todo mi cuerpo maltratado mientras se posicionaba un
soldado al final de cada una de mis extremidades, otro sujetándome las caderas
con fuerza y otro la cabeza.
El Bloodletter se situó sobre mí, con las manos chorreando
sangre y con satisfacción en su mirada al verme al fin sometido como siempre
había querido.
– Márcalo.
El herrero levantó la mirada aun con la palidez marcando
cada rasgo de su rostro viejo.
– ¿De qué manera, gran señor?
El Bloodletter deletreó esas putas advertencias en la
Antigua Lengua que me transformarían en un excluido para mi raza.
En solo unos momentos después comencé a sentir los miles y
miles de pinchazos en mi sien y ojo izquierdo, en la entrepierna y ambos muslos
mientras los soldados me sujetaban con mas fuerzas a medida que luchaba y
luchaba contra este degrado. Pero todo
fue en vano, la tinta se hundió en mi piel haciendo los caracteres permanentes,
las advertencias de que cualquier macho o hembra de mi raza debería alejarse de
mí porque soy un maldito peligro para el mundo.
Una paria.
Durante las casi mas de tres horas en que el palo con las
agujas hechas del asta de algun que otro ciervo, estuvo marcándome la piel,
inyectándome esa tinta mezclada con sal que me marcaria por siempre,en todo
momento no pude apartar la vista de las figuras dibujadas en el techo de la
cueva, en esos humanos armados con lanzas y luchando entre ellos o con animales
mucho mas grandes. En esos guerreros que lucharían por ellos.
Yo ya no era uno de ellos. Era un maldito sometido.
Cuando terminaron de tatuarme estaba totalmente agotado,
mucho más cansado que cuando había salido de la transición, pero no pude evitar
escuchar la orden que dio el Bloodletter al herrero.
– Su mano. Hazlo en la mano también. – El herrero empezó a
negar con la cabeza, pasando la mirada entre la mano y el hijo de perra– . Lo
harás o traeré a otro herrero al campamento, porque tú estarás muerto.
Solo eso falto para que el herrero asintiera temblorosamente.
Apretando la mandíbula sin siquiera mirarme, metieron mi
mano, con mucho cuidado, dentro de una argolla de hierro forjado y comenzaron a clavarla en el suelo para
dejarme inmovilizado mientras aun los demás soldados me seguían sujetando.
Cuando vi que de nuevo estaba metiendo las agujas dentro de la tinta mezclada,
mi cuerpo inmediatamente comenzó a temblar de rabia y miedo, pero sobretodo por
el odio que me estaba inundando todo el cuerpo.
Durante una hora mas
o menos me estuvieron marcando la palma, el dorso e incluidos los dedos, y
seguí sin dejar de luchar. Mi naturaleza no me lo permitía. Pero nuevamente la
tinta se adhería a mi piel sin que yo pudiera impedirlo.
Mirando aun el techo, pensé que ya todo había terminado, que
el Bloodletter al fin había logrado lo que tanto había querido. Me había
sometido y marcado. Pero por lo menos en ningún momento grite y siempre luche,
aunque no fue suficiente como para lograr matarlos a todos.
Ya todo había acabado, ahora seria medianamente libre de
toda esta mierda. Pero me había equivocado.
Me había equivocado horriblemente.
Aun no había terminado.
El Bloodletter bajó la mirada hacia mí con la satisfacción
brillando en sus ojos con una sonrisa maquiavélica en su cruel rostro.
– Hay otra tarea necesaria, creo yo. Ábranle mucho las
piernas. Le haré un favor a la raza y me aseguraré de que nunca se reproduzca.
En el momento sentí pánico. Un pánico que me recorrió todo
el cuerpo, comiéndose cualquier otro sentimiento que pude haber abarcado en
algún momento. Comencé a forcejear más, agitando aun más mi cuerpo, con un
grito en la garganta para que me soltaran, que no deje salir cuando vi a mi
padre sonreír con más malicia de la que alguna vez había visto.
Una patada en las costillas de parte de mi padre hizo que
comenzara a toser, logrando dejarme inmóvil por unos pequeños instantes cuando
me agarraron los tobillos y muslos, y de un tirón fueron separados.
Con los ojos saliéndose de las órbitas, sudando,
completamente ensangrentado a causa de los tatuajes y con las piernas abiertas,
exponiendo mi sexo a todos los presentes, mire los ojos del Bloodletter sabiendo
cuanto estaba disfrutando lo que me estaba haciendo.
El herrero saco unas tijeras oxidadas del maletín de madera,
haciéndome encogerme por dentro pero a la mirada de mi padre solo el odio se
filtraba por mis ojos.
– No, se necesita algo distinto.– Cruzándose de brazos sobre
el pecho negó con la cabeza mirando hacia donde estaban las tenazas. – Usa
esas.
Por primera vez el herrero me miro con los ojos tan abiertos
que se podía ver el blanco alrededor del iris con telarañas rojas marcando
todo. Tomo las tenazas y con un respiro profundo agarro uno de mis testículos.
Grite como no había hecho en ningún momento durante la
tortura a la que me habían impuesto, hasta que sentí que mi garganta se
destrozaba, mis cuerdas vocales ardían. Grite y grite pero no solo a causa del
dolor sino por todo. Por la ayuda que nunca llego durante todos estos malditos
años. Por esa madre que me abandono aquí sin dar un solo pensamiento por lo que
me pasaría. Por el padre que ahora me estaba castrando antes de matarme, porque
estaba seguro que eso es lo que quería. Por la puta vida que me había tocado.
Por como acabaría todo al final.
El dolor y la agonía que sentí en el momento que las tenazas
del herrero comenzaron a apretar y a retorcer hasta comenzar a rasgar lentamente
la carne sensible de mi sexo, me estaba haciendo perder de a poco la poca
fuerza que me quedaba, pero no deje de luchar hasta que sentí al herrero dando
el último tirón.
El sonido de la carne desgarrándose que se escucho fue como
cuando pescábamos las pieles de cuero y peleábamos por ella hasta rajarlas…
solo que esta vez había sangre. Sangre por todas partes. Y una masa
sanguinolenta entre medio de las tenazas.
Con un último grito
de dolor agónico y los ojos pegados en la masa de las tenazas, mi cuerpo tembló
antes de estallar en una llamarada de luz blanca eléctrica.
La descarga pasó directamente por las tenazas, haciendo que
instantáneamente el herrero fuera electrocutado, sacudiéndose hasta que su
cuerpo cayó con espuma en la boca.
Luego fue el turno de los seis soldados que me habían
sujetado durante toda la tortura, riendo mientras me sometían. Uno a uno,
comenzaron a caer humeando por todas las cavidades de su cuerpo, mientras se
contorsionaban en el suelo, agonizando antes de morir quemados desde adentro
hasta que todos sus órganos se volvieron cenizas.
Una vez me vi suelto de todos esos malditos, me revolqué
como pude en el suelo, cubriéndome con lo que tenía a mano. Con mi propia
sangre y los desechos minerales del suelo de la caverna.
Las sales minerales del polvo que recubría el suelo se
adhirieron al agujero que habían dejado todos ellos, porque no solo fue el
herrero, fueron todos ellos que vieron lo que me estaban haciendo y nadie hizo
nada.
Con la escasa fuerza que tenia, termine de taponarme la herida por donde
me habían mutilado mi sexo y por donde ahora se me estaba escapando la vida sin
que yo pudiera hacer nada al respecto. Me quede encogido en forma fetal en el
suelo con los ojos cerrados, apretándolos bien fuerte, al igual que la
mandíbula para no gritar mas. No iba a gritar más.
Abrí los ojos cuando sentí que algo choco contra mi mejilla,
mire y vi algo amorfo, una especie de amasijo sanguinolento y viscoso, a un
lado de mi cara. Mi testículo.
Mire primero ese amasijo y después al Bloodletter; y sabia
que él lo había pateado hacia mi.
Una arcada comenzó a subir por mi garganta pero lo detuve,
no vomitaría por segunda vez, eso solo demostraría una debilidad que no quería
que él viera. Jamás.
Ya había logrado
someterme y quitarme mi orgullo de macho. Pero no lo iba a permitir más. Y me
jure en ese momento que si lograba a sobrevivir esto, jamás nadie me sometería.
Mirando hacia sus ojos comencé a levantarme, pero fue
infructífero. Mis fuerzas eran completamente nulas después de todo lo que había
pasado, solo me temblaba el cuerpo. Lo intente por segunda vez pero tampoco
ocurrió.
No se cuantos momento estuve intentándolo hasta que lo
logre, arrodillándome sobre mis manos y rodillas, con el cuerpo temblando y la
vista nublada y desenfocada mientras que la sangre chorreaba por mi rostro, por
mi mano y mi entrepierna.
Reprimiendo un grito como mierda pude, logre enderezarme,
aunque mi cuerpo se bamboleaba hacia todos lados mientras miraba a toda la
audiencia que tenia observándome.
Callados. Todos me estaban mirando en con sus bocas
cerradas, ni siquiera un pequeño ruido de algún grillo, excepto el grito de
dolor que tenia aun en mi cabeza y me pedía salir pero yo retenía.
Mis ojos se fueron
hacia donde estaba el Bloodletter e incluso él estaba guardando silencio con
los brazos aun cruzados sobre el enorme pecho.
Comencé a dar paso a paso, pero cada movimiento era un
sacrilegio. Una tortura que me estaba debilitando mucho más de lo que ya
estaba. Pero eso no evito que siguiera mi camino.
Saldría de aquí aunque se me fuera la vida en ello.
Literalmente.
Mire fijamente a los ojos del Bloodletter cuando pase por su
lado, odiándolo y jurando que algún día lo mataría con mis propias manos si
tuviera la oportunidad, y estuve jodidamente seguro que conseguí expresar con ellos, justo lo que
pensaba, ya que, sus ojos demostraban
temor a pesar de que su mirada aun seguía pétrea.
Con los labios apretados y sin pronunciar palabra observo,
como todos, mientras me iba del campamento bajando por el camino que estaba la
cueva, desnudo, ensangrentado y tambaleándome. Apunto de morir.
Pero nada me importo excepto apartarme de todos ellos de una
buena vez.
Me interne de a poco por la espesura del bosque sin rumbo
alguno, intentando alejarme lo más posible de aquel lugar que era mi infierno
personal, pero el cuerpo comenzó a fallarme lentamente, aunque las fuerzas y la
voluntad de vivir seguían ahí, si que seguí mi camino por ese bosque sin final.
Con cada minuto que pasaba y el viento del crudo invierno de
las fronteras de Austria hizo que el camino fuera más tortuoso y pensara que
realmente este seria mi final. La nieve congelo todo mi cuerpo.
Venciéndome.
Me derrumbe en el suelo frio intentando varias veces
levantarme, pero todo era inútil. Simplemente no podía.
Deje que la nieve comenzara a terminar lo que mi padre
siempre había querido. Me estaba muriendo, lo sentía en cada célula de mi
cuerpo, a pesar de que mi mente me gritara que me levantara y siguiera
adelante, que no me diera por vencido.
Me moría.
Con las pocas fuerzas que me quedaban, me gire lentamente,
quedando mirando el cielo nublado de la noche.
– Es… el… puto... final…– susurre a la noche cerrando los
ojos. Sabiendo que todo había acabado.
Unas voces hicieron que abriera los ojos lentamente y girara
la cabeza para ver a dos machos de mi raza, corriendo con unas espadas hacia
mí. Comencé a removerme entre la nieve, levantando una mano para que supieran
que estaba vivo.
– Es un macho de nuestra raza…– Grito el que estaba más
cerca de mí. Pero todo lo escuchaba desenfocado.
– ¿Estas seguro, Kahlin? – Pregunto otro que venia corriendo
tras del ultimo.
Cuando llegaron, ambos machos se agacharon preguntándome una
millonada de cosas que no entendí ni mierda. Solo sabía que no había acabado,
que podría cumplir mi promesa de matar al hijo de perra.
– Pueden… ayu…–
Maldito Bloodletter, no podía siquiera pedir ayuda sin hacerme sentir un
maldito inútil.
Ni siquiera pude terminar la frase y ambos me ayudaron a
levantarme de la nieve con los ojos muy abiertos al verme desnudo y herido.
Solo que no vieron las marcas a causa de que le nieve la tenía pegada a mi piel
azulada.
Caminamos solo unos pasos mas, con ellos llevándome, hasta
una aldea de mi especie. En donde inmediatamente comenzaron a salir algunos
machos a ayudar, hasta que el mas viejo vio las marcas de mi sien y leyó las
advertencias que mi padre había hecho marcar en mi piel.
Aberración.
Monstruo.
Paria.
Peligro.
Oh si, la cara de miedo del viejo fue todo lo que se
necesito.
Todos mostraron la cara de terror, y las señas de mal de ojo
comenzaron a verse entre todos ellos mientras se alejaban casi corriendo,
entrando en sus chozas, aterrados. Hasta uno de los que me sostenía, me soltó,
corriendo hacia su choza.
Lo había logrado definitivamente el Bloodletter.
El único que aun me tenía sostenido era el macho que llego
primero a mi, Kahlin. Tragando saliva y con la voz temblorosa me pregunto,
– ¿Puedes seguir
caminando?
Con el ceño fruncido asentí y comenzamos a caminar lentamente
hacia la choza de él.
– Por este día podrás quedarte aquí. Te daré algo de comer,
ropa y alguna arma para que puedas defenderte, – me decía mientras entrabamos a
una salita con una fogata que hizo que mi cuerpo comenzara a doler por como se
iba descongelando cada musculo. – Pero mañana en la noche debes largarte de
aquí.
Sin decir una palabra asentí mientras me lanzaba unas pieles
con las cuales me cubrí todo el cuerpo, acercándome lo que más podía a la
fogata.
Esta era la última vez que dejaría que alguien me ayudara,
porque después de este momento jamás aceptaría nada de nadie.
Estaría solo, ya que es eso mejor que estar acompañado.
joder macho divino me matas con tus relatos tu historia jajajajaja sigue que quiero saber mas de tu vida bb jajajajajaj
ResponderEliminarJo chico premenda forma de empezar a relatar cuanto sufrimiento pero me alegra que fueras fuerte como roble. Deseando saber mas de ti.
ResponderEliminarMe ha encantado ;)
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